LA SOCIOLOGÍA ACTUAL: RENOVACIÓN Y CRÍTICA, ALVIN GOULDNER. EL ANTIMINOTAURO: EL MITO DE UNA SOCIOLOGÍA NO VALORATIVA.

La ciencia social debe y puede estar libre de valores. En la actualidad, todas las potencias  de la sociología de Parsons hasta Lundberg, han llegado a una alianza tácita para imponernos el dogma. No harás juicios de valor, sobre todo como sociólogos ¿Cuál es el libro introductorio o el curso sobre principios sociológicos que no afirme esta regla, de modo explícito o implícito?
Al igual que el argumento de Berkeley a favor del solipsismo, el alegato de Weber a favor de una sociología exenta de valores es sólido y, según dicen algunos, lógicamente inatacable. Sin embargo también es absurdo. Ambos argumentos apelan la razón, pero ignoran la experiencia.
La creencia en una sociología exenta de valores del mismo modo que se examina en sociología cualquier elemento de la ideología. La imagen de una sociología libre de valores es algo más que un límpido teorema intelectual exigido como sacrificio a la razón, es también la sentida concepción de un rol y un conjunto de sentimientos más o menos compartidos concernientes a cómo deben vivir los sociólogos.
Que es lo que piensan exactamente quienes sostienen que la sociología de ser una disciplina exenta de valores, ¿sobre qué base puede sostenerse que esta tarea imposible es de incumbencia moral de los sociólogos?
Muchos sociólogos actuales, al concebir la ciencia social como libre de valores, aluden a codas muy diferentes; que muchos sostienen estas creencias dogmáticamente, sin haber examinado con seriedad las bases de su confiabilidad, y que algunos abogan por una sociología libre de valores de manera ritual sin tener idea clara de lo que aquello pueda significar. Weber veía peligros los sociólogos expresan juicios de valor.  Insistía en la necesidad de mantener la objetividad científica, también advertía que ésta es muy distinta de la indiferencia moral.
Weber no sólo juzgaba permisible la expresión cautelosa de juicios de valor, sino que hasta los consideraba categóricamente obligatorios en determinadas circunstancias. Las necesidades a las que se sirve la concepción no valorativa de la ciencia social son al mismo tiempo personales e institucionales.
En universidades  norteamericanas, la promoción profesional dependía demasiado en aquellas de la popularidad del profesor; en los niveles inferiores, el sueldo del instructor dependía de la cantidad de alumnos.
Quizá sus temores nos parezcan más justificados si aceptamos que el carácter nacional alemán es autoritario, con palabras de Nietzsche, es una mezcla de arrogancia y servilismo, pero estas consideraciones no son válidas en culturas más democráticas, como la nuestra.
Cuando Weber condeno la utilización de las aulas como foros la afirmación valorativa, pensaba muy particularmente  en la formulación de valores políticos, para él  lo más objetable en la universidad no era la expresión de valores estéticos o religiosos, sino de valores políticos.
La propuesta de Weber era en parte un esfuerzo dirigido a establecer un mondus vivendi entre académicos  a menudo apasionados por las ideas políticas en violenta oposición. Si todos callamos nuestras ideas políticas, podremos continuar con nuestra labor.
La estrategia de Weber consiste, en toda su obra, en salvaguardar la integridad y la libertad de acción de Estado, como instrumento de la política nacional alemana, y de la universidad, como encarnación de la tradición racionalista occidental.
Weber argüía que los profesores no están autorizados a liberarse del control del Estado en materia de valores, porqué éstos no dependen de sus conocimientos especializados. No deseaba restringir, sino reforzar los poderes de Estado. Ni si quiera Sócrates exigió nunca tener al alcance  todas las concepciones antes de comenzar el diálogo.  Que una limitación de la libertad no justifica otra limitación.
Weber estaba tan resuelto a preservar la autonomía de la universidad con respecto a la política, que estaba dispuesto a pagar  por ello casi cualquier precio, aun el de apartar la universidad de una de las tradiciones  intelectuales básicas del pensamiento de occidente: la exploración dialéctica de los propósitos fundamentales de vida humana.
La mayoría  de las profesiones, si no todas tratan de eludir el control de los extraños y manifiestan la tendencia a mantener el control exclusivo sobre quienes las practican. Comte proporcionó otro género de libertad: la libertad con respecto a la compulsión moral; permitió escapar parcialmente de las prescripciones parroquiales de la cultura local o nativa del sociólogo.  
Entre sus aspectos  negativos, puede observarse que está doctrina es útil tanto para los que quieren escapar del mundo como para los que quieren escabullirse dentro de él. Es útil para los jóvenes, o no tan jóvenes, que viven en la sociología en lugar de vivir para ella, y que la conciben como una manera de medrar en el mundo, gracias a las técnicas neutrales que ella proporciona y que pueden venderse en el mercado a cualquier comprador.
Así algunos sociólogos llevan a cabo sin vacilar investigaciones de mercado destinadas a vender más cigarrillos, aunque conozcan muy bien los resultados  de los recientes estudios sobre el cáncer.
Es la era de la sociología, no pocos sociólogos incluyendo a Mills, se sienten enajenados y aislados con respecto a su sociedad. Muchos sociólogos se sienten ajenos a la comunidad más amplia de intelectuales liberales, en cuya sátira se ven a sí mismos como ridículas caricaturas…viviendo en ghettos intelectuales que levantan sus propias barricadas.
La imposibilidad de adoptar una actitud abiertamente crítica frente a la sociedad. Los que la abandonan al mundo se convierten en complices; quizá no sientan ningún impulso crítico.
Emerge así uno de los significados latentes de la imagen de una sociología exenta de valores no harás juicios de valor críticos o negativos, especialmente sobre tu propia sociedad.
Si los científicos sociales afirmaran o exploraran críticamente los valores, se enfrentarían por fuerza con poderosas instituciones que consideran la formulación o protección de valores públicos como parte de su tarea específica.
No debe suponerse que la imagen de las ciencias sociales que las ve como libre de valores se defiende conscientemente por conveniencia. La tensión entre la antigua concepción de los sociólogos como intelectuales y la nueva tendencia a la profesionalización también se expresa en las diferencias entre la actual visión de Columbia o Harvard y la llamada tradición de Chicago que con el cambio de carácter de este departamento, está ahora centrada en Berkeley o revolotea sin hogar.
La tendencia dominante de la sociología de los Estados Unidos es hacia la profesionalización, la formación de especialistas técnicos, la difusión de la concepción que excluye los valores hasta el punto de convertirse  menos en una doctrina intelectual que en un medio de ocultamiento. La sociología norteamericana se halla en el proceso de adaptación.
Ibn Rusd, creía que la verdad absoluta no debía buscarse en la revelación, si no en la filosofía. Pensaba en la revolución, la fe y la obra de los teólogos eran una especie de filosofía de los siervos, necesaria para los que carecen de disciplina intelectual y útil como manera de civilizarlos.  Sugería que  los filósofos conservaran su verdad para sí mismos y escribieran libros técnicos, que no perturbaran  ni confundieran a las mentes simples.
 A partir de esto se desarrolló la llamada Doctrina de las dos Verdades: las verdades de la filosofía, que son formalmente necesarias y las verdades divinas de la revelación.
El núcleo de la concepción de Weber se basaba en un dualismo, entre, de una parte, la razón o racionalidad, sobre todo tal como se halla encarnada en la burocracia y en la ciencia  y de las otras fuerzas emocionales  más elementales, comprendidas parcialmente en su noción de carisma.
Weber se preocupa por proteger hasta las moradas burocráticas de la racionalidad, también trata de limitar la burocracia y de circunscribir el ámbito de su influencia. En particular, desea resguardar las más altas facultades del arte a gobernar frente a la degeneración de una rutina carente de vida.
A semejanza de Freud, Weber tenía y al mismo se sentía atraído por esas fuerzas sin freno, el aspecto dionisíaco  y apasionado de los hombres. Weber es un hombre atrapado entre dos electrodos y desgarrado por la corriente que circula entre ambos: los teme, pero es incapaz de abandonar a ninguno de ellos.
Esto se aclara cuando preguntamos  si la ciencia no puede servir de base para los juicios de valor. Si los hombres y mujeres han de tener dignidad, deben elegir su propio destino.


En resumen también weber buscaba solución a las pretensiones rivales de la razón y la fe. Su solución adoptó  la forma  de un intento de proteger a la autonomía de ambas esferas,  pero muy especialmente, el dominio de la conciencia y la fe. En esto Weber es semiluterano y seminietzscheano.
Para Weber, como protestante, la conciencia individual es afín a la voz de la revelación. Se habría espantado de las implicaciones que resultan de considerarla el eco de reconvenciones parentales.
Weber creo que finalmente, esta segregación  extravía la razón, tiñéndola  de sadismo y la deja presuntamente segura de sí misma, a la par que privada  de un sentido de humanidad común.
Porque esto es inevitable y, en este sentido no hay ni puede haber una sociología libre de valores. La tendencia  de la ciencia social a seguir el modelo de la física podría llegar  a instruirnos en cuestiones  que no se relacionan únicamente con la investigación.

Una sociología libre de valores fue para Weber  la manera de resolver  las tensiones entre las dos tradiciones más importantes de occidente: la razón y la fe; el conocimiento y el sentimiento; el clasicismo y el romanticismo; la cabeza y el corazón. Al igual que Freud, Weber nunca creyó en una paz duradera o en una solución definitiva de éste conflicto. Sus esfuerzos dirigidos  a lograr una síntesis personal le acercan a Santo Tomás, muchos de sus presuntos seguidores de la actualidad  tienden a aproximarse  a los averroístas  latinos, con su doctrina de las Dos Verdades, y su consideración de sí mismos como técnicos limitados que aluden  la responsabilidad  por las consecuencias culturales y morales de su obra.

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